Desde el primer discurso pronunciado ante el pleno de la Cámara Alta, María Eugenia Bajac evidenció su poquísimo kilometraje en la actividad política, condición que comparte con muchos otros parlamentarios, pero que estos, generalmente la salvan con viveza, que es otra cualidad de la que también carece la hija del exministro de la Corte Suprema.
Tampoco ella fue la única ni la primera en haber «negociado» un lugar en la lista de senadores sin contar con militancia ni trayectoria alguna, pero a diferencia de otros, que han sabido manejar tal situación, la Bajac mostró desde la partida sus muchas debilidades y limitadas fortalezas.
Las veces que fue noticia, resaltaba más su figura de fanática religiosa, antepuesta a su condición de legisladora de un Estado Laico, que debe estar al servicio de toda la Nación. Finalmente, esta situación, en la que no pudo equilibrar sus dos facetas, le costó la más vergonzosa manera de abandonar el barco.
Muchos de los concepcioneros festejamos la decisión de los senadores, no porque el resto que actuó de tribunal, reúna las condiciones morales suficientes para erigirse como tal, sino más bien, porque la hija del exministro también descuidó la importante misión que tenía, de ganarse el cariño de sus compueblanos después de ser electa.
Por otro lado sin embargo, nos duele y si no nos duele debería dolernos, la forma en que nuestra ciudad y nuestro departamento perdieron un importante espacio de poder de una manera indeseada.
Muchos reclamarán que la Bajac nunca fue concepcionera o al menos nunca se comportó como tal, pero la rosca mafiosa de la política local nos la presentó como alguien de entre nosotros y nos vendió el espejito, ya que muchos hablaban de todo lo que se podía lograr de beneficioso para nuestra patria chica, teniendo tres diputados y dos senadoras de la Nación.
No podemos negar que el camino utilizado por María Eugenia Bajac para llegar a sus compueblanos, a los que finalmente no llegó, fue el ofrecido por la «cosa nostra» de la política concepcionera; aquellos que han manejado desde siempre los hilos de la injusta Justicia, que han usurpado los partidos políticos y de alguna u otra manera, han comido de la mano del hoy tristemente célebre exministro de la Corte Miguel Óscar Bajac, padre de la congresista destituida.
Sabemos que hasta en las más abominables organizaciones criminales la lealtad es una una virtud condicionante, pero en el caso de la pastora Bajac, su mala elección, en la que decidió sostener su fidelidad a la rosca y desentenderse de su lealtad al pueblo, le costó la rauda pérdida de investidura.