Por Elvio Alvarenga
El asesinato de Isamar Cabral Aguilar, una joven docente rural pone paño triste a las celebraciones del día del maestro este 30 de abril. La inseguridad, inmisericorde y galopante, golpea prácticamente todos los estratos sociales.
La falta de humanismo y de amor hacia el semejante, y la intransigencia parece que van ganando ante los valores que deberían adornar a una sociedad. Isamar desapareció como borrada del mapa el martes último, cuando pasadas las 11 de la mañana se vio por ultima vez su vehículo en la zona de Virgen del Camino con dirección a su siguiente escuela en Cañada Lourdes. Iba de Hugua Po´i, donde también cumplía funciones de maestra.
Como no llegaba a su lugar de trabajo, sus compañeras se comunicaron con su madre y a partir de ahí se inició la odisea de la desesperada familia. Ya a dos días de la desaparición se informó que en allanamientos realizados en Yby Ya´u se encontraron el automóvil de la docente y algunas evidencias que dan ciertas pistas sobre el caso.
Pero el peor capítulo de esta macabra historia aún faltaba hasta que, este jueves fue encontrado el cuerpo sin vida de Isamar, en la misma zona en que fue visto por última vez el automóvil.
Por otro lado, el tema de los secuestros va ganando terreno. La inseguridad es desesperante. Hay familias que ya hace años lloran a sus secuestrados. El Suboficial Edelio, Don Félix, Don Oscar. ¿Que pasó de ellos?. Y cual es la respuesta del Estado, cuya responsabilidad es brindar seguridad a la población. Y hay un detalle que siempre me llamó la atención en este tipo de casos, por qué los órganos de seguridad deben esperar varias horas para iniciar una búsqueda. Por qué no se puede hacer como en las películas, en donde inmediatamente aparecen helicópteros sobrevolando o equipos de rescate peinando algún área determinada.
El próximo sábado se festeja el día del maestro paraguayo. Y en este ambiente de inseguridad nos preguntamos si hay algo para festejar. Muchos hablan inclusive de suspender las grandes concentraciones a manera de protesta y de exigencia que se esclarezca el caso Isamar. Y estamos totalmente de acuerdo porque el maestro, especialmente aquel que enseña en la zona rural, pasa tantas vicisitudes que, muchos quedaron discapacitados, y hasta perdieron la vida, como en este caso, en los desérticos caminos que deben pasar para llegar a sus lugares de trabajo. Que esta situación de inseguridad termine y que se haga justicia para Isamar.